Cuentos cortos de alma
ALMA DE POETA :: LITERATURA :: cuento
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Cuentos cortos de alma
RIQUEZA.
Una vez, un padre de familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que su hijo viera cuán pobres eran las gentes del campo.
Estuvieron por espacio de un día y una noche completos en una granja de una familia campesina muy humilde.
Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo:
- ¿Que te pareció el viaje?
- ¡Muy bonito papa!
- ¿Viste que tan pobre puede ser la gente?
- ¡Si!
- ¿Y que aprendiste?
- Que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro.
Nosotros tenemos una piscina que llega de una barda a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la barda de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para platicar y convivir en familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.
Al terminar el relato, el padre se quedo mudo… y su hijo agregó:
- ¡¡¡ Gracias papá por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser !!!
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Una vez, un padre de familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo con el firme propósito de que su hijo viera cuán pobres eran las gentes del campo.
Estuvieron por espacio de un día y una noche completos en una granja de una familia campesina muy humilde.
Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo:
- ¿Que te pareció el viaje?
- ¡Muy bonito papa!
- ¿Viste que tan pobre puede ser la gente?
- ¡Si!
- ¿Y que aprendiste?
- Que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro.
Nosotros tenemos una piscina que llega de una barda a la mitad del jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. Nuestro patio llega hasta la barda de la casa, el de ellos tiene todo un horizonte. Ellos tienen tiempo para platicar y convivir en familia; tú y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.
Al terminar el relato, el padre se quedo mudo… y su hijo agregó:
- ¡¡¡ Gracias papá por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser !!!
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pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
LA SOSPECHA.
Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho – exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven – idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar – igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes a los de un ladrón.
Un hombre perdió su hacha; y sospechó del hijo de su vecino. Observó la manera de caminar del muchacho – exactamente como un ladrón. Observó la expresión del joven – idéntica a la de un ladrón. Observó su forma de hablar – igual a la de un ladrón. En fin, todos sus gestos y acciones lo denunciaban culpable de hurto.
Pero más tarde, encontró su hacha en un valle. Y después, cuando volvió a ver al hijo de su vecino, todos los gestos y acciones del muchacho le parecían muy diferentes a los de un ladrón.
pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
Rosalina y el bosque de la luz
Rosalina llegó a un lugar muy bonito, había árboles, flores, plantas y un río de aguas muy claras. Tenía sed y fue a beber, mientras bebía oyó a un pajarillo que se había caído del nido. Se acercó y con mucho cariño lo cogió.
-No llores chiquitín, que tu mamá pronto va a venir.
El pajarillo se había hecho daño en una de sus alas. Rosalina con mucho cuidado, lo curó:
-¡Ya está!, pronto podrás volar.
-Muchas gracias duendecilla, ¿Dónde vás?
-Voy al bosque de la luz, ¿Sabes donde está?
-Muy cerquita de aquí lo encontrarás, hay muchos duendecillos, igual que tú, están tristes, porque la lluvia arrancó una flor que estaba a punto de abrirse y el río se la llevó.
-Yo soy la duendecilla que nació de esa flor.
Cuando llegó la mamá del pajarillo, Rosalina se despidió de ellos, y siguió caminando, en su camino, había ayudado a la hormiguita Marisina, al erizo Pinchitos, había hecho ver a las mariposas que no hay que ser vanidosas ni orgullosas, y había ayudado el pajarillo, sus alas ya no eran blancas, ahora tenían todos los colores y eran muy hermosas.
Rosalina no tardó en llegar al Bosque de la Luz, allí todo brillaba, había muchos duendecillos que curiosos la miraban y le preguntaban:
¿Quién eres? ¿Qué hermosas son tus alas?
-Soy Rosalina, estaba a punto de nacer cuando la lluvia arrancó mi flor y muy lejos de aquí la llevó.
-¡Que alegría! Sabíamos que algún día volverías, por eso te esperábamos, ven con nosotros, te llevaremos hasta nuestro rey.
Cuando el rey vio a Rosalina, se fijó en sus alas y sonriendo dijo:
-Querida duendecilla, tus alas tienen el color de la amistad, de la bondad, de la caridad, eso es lo que necesitabas para llegar.
Rosalina contó todo lo que había pasado hasta llegar al Bosque de la Luz, el hijo del rey que estaba allí, miraba muy atento a Rosalina, y mientras la escuchaba, de ella se enamoraba y pensaba:
¡Que hermosa, y que buena es! Cuanto ha pasado, para llegar a nuestro lado! Me gustaría conocerla más y que de mí se llegara a enamorar.
Se hicieron muy amigos, siempre ayudaban a los demás y eran muy queridos en aquel lugar.
Se enamoraron y después de un tiempo se casaron, todos los duendecillos a la boda fueron invitados, les prepararon una bonita fiesta y vivieron muy felices rodeados de todos sus amigos en el maravilloso BOSQUE DE LA LUZ.
Fin
pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
“La pequeña orquesta”
Había una vez tres instrumentos musicales que no se llevaban nada bien. La flauta, la guitarra y el tambor siempre estaban discutiendo por ver quién era el mejor: La flauta decía que su sonido era el más dulce de todos. La guitarra decía que ella era la que hacía mejores melodías. Y el tambor decía que él llevaba el ritmo mejor que nadie.
Todos se creían los mejores y despreciaban a los otros. Por eso, cada uno se iba a tocar a una parte distinta de la habitación donde vivían. Pero el sonido del tambor molestaba a la flauta, la flauta molestaba a la guitarra y la guitarra molestaba al tambor.
Allí no había quien pudiera tocar tranquilo. En lugar de hacer música hacían ruido. Y si alguien se paraba a escucharles, pronto sentía un fuerte dolor de cabeza. Siempre pasaba lo mismo.
Hasta que un día llegó una batuta a vivir con ellos. Al ver lo que ocurría, les dijo que ella podría ayudarles si querían. Pero los tres instrumentos estaban convencidos de que nadie podía ayudarles. La mejor solución era separarse y que cada uno se marchara a vivir a otra parte. Así podrían tocar a gusto, sin tener que soportar lo mal que tocaban los demás.
La batuta les propuso intentar hacer una cosa: tocar juntos una misma canción. Ella les ayudaría a hacerlo. Al principio no estaban muy convencidos; pero al final, aceptaron. Les dijo lo que tenía que tocar cada uno y, después de un breve ensayo, comenzó a sonar la canción.
Los tres instrumentos miraban fijamente a la batuta, que les indicaba a cada momento cómo y cuándo tenían que tocar. La canción iba sonando muy bien. La flauta, la guitarra y el tambor no salían de su asombro. Estaban tocando juntos una misma canción y les estaba saliendo bien. Habían comenzado a hacer música.
Cuando acabaron de tocar, estaban tan contentos de cómo les había salido, que se felicitaron. Era la primera vez que se ponían de acuerdo en algo. Le pidieron a la batuta que les hiciera tocar otra vez la misma canción. La estuvieron tocando todo el día cientos de veces. Todo el que pasaba por allí, al escucharles, se quedaba admirado de lo bien que tocaban.
Al unirse y poner en común lo mejor de cada uno, habían conseguido formar una pequeña orquesta. Desde entonces, se dedicaron a dar conciertos por todas partes y se hicieron famosos por lo bien que tocaban juntos.
Había una vez tres instrumentos musicales que no se llevaban nada bien. La flauta, la guitarra y el tambor siempre estaban discutiendo por ver quién era el mejor: La flauta decía que su sonido era el más dulce de todos. La guitarra decía que ella era la que hacía mejores melodías. Y el tambor decía que él llevaba el ritmo mejor que nadie.
Todos se creían los mejores y despreciaban a los otros. Por eso, cada uno se iba a tocar a una parte distinta de la habitación donde vivían. Pero el sonido del tambor molestaba a la flauta, la flauta molestaba a la guitarra y la guitarra molestaba al tambor.
Allí no había quien pudiera tocar tranquilo. En lugar de hacer música hacían ruido. Y si alguien se paraba a escucharles, pronto sentía un fuerte dolor de cabeza. Siempre pasaba lo mismo.
Hasta que un día llegó una batuta a vivir con ellos. Al ver lo que ocurría, les dijo que ella podría ayudarles si querían. Pero los tres instrumentos estaban convencidos de que nadie podía ayudarles. La mejor solución era separarse y que cada uno se marchara a vivir a otra parte. Así podrían tocar a gusto, sin tener que soportar lo mal que tocaban los demás.
La batuta les propuso intentar hacer una cosa: tocar juntos una misma canción. Ella les ayudaría a hacerlo. Al principio no estaban muy convencidos; pero al final, aceptaron. Les dijo lo que tenía que tocar cada uno y, después de un breve ensayo, comenzó a sonar la canción.
Los tres instrumentos miraban fijamente a la batuta, que les indicaba a cada momento cómo y cuándo tenían que tocar. La canción iba sonando muy bien. La flauta, la guitarra y el tambor no salían de su asombro. Estaban tocando juntos una misma canción y les estaba saliendo bien. Habían comenzado a hacer música.
Cuando acabaron de tocar, estaban tan contentos de cómo les había salido, que se felicitaron. Era la primera vez que se ponían de acuerdo en algo. Le pidieron a la batuta que les hiciera tocar otra vez la misma canción. La estuvieron tocando todo el día cientos de veces. Todo el que pasaba por allí, al escucharles, se quedaba admirado de lo bien que tocaban.
Al unirse y poner en común lo mejor de cada uno, habían conseguido formar una pequeña orquesta. Desde entonces, se dedicaron a dar conciertos por todas partes y se hicieron famosos por lo bien que tocaban juntos.
pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
El gusano y la mariposa”
Había una vez un gusano que iba por el campo. Era de color blanco con puntitos verdes en la espalda. Nadie lo quería porque decían que era muy feo y repugnante. El pobre gusano se arrastraba muy triste por el suelo. Cuando llegaba a una planta, todos los insectos que había en ella se burlaban de él. No encontraba a nadie que le hiciera compañía, o quisiera jugar con él.
La única distracción que tenía era subirse a lo alto de un árbol y ver volar a las mariposas. Daría cualquier cosa por volar como ellas. Se pasaba allí horas y horas observándolas. Pero cuando bajaba al suelo, volvía a encontrarse con las mismas burlas e insultos de siempre. Cansado de todo esto, decidió subirse a lo más alto de un árbol para que nadie pudiera encontrarlo. Nunca más volvería a bajar al suelo.
Un día, una mariposa se puso a descansar en la rama donde estaba él. Éste se acercó hacia ella y comenzaron a hablar. Al final, se hicieron muy amigos. Y desde entonces, pasaban largos ratos hablando y estando juntos. Después de un tiempo, el gusano le hizo esta pregunta:
- ¿Por qué has querido ser mi amiga si nadie me quiere por lo feo y repugnante que soy?
Y la mariposa le respondió:
- Lo que importa para ser amigos, no es cómo eres por fuera, sino lo buena persona que eres por dentro.
El gusano estaba muy contento porque había encontrado un amigo de verdad. Estaba tan feliz que, una noche, mientras estaba durmiendo en lo alto de su árbol, su cuerpo comenzó a transformarse. A la mañana siguiente, se había convertido en una mariposa bellísima, como nunca se había visto. Cuando su amiga mariposa vino a verle, y vio lo que le había ocurrido, se alegró mucho y le dijo:
- Ahora has sacado hacia fuera la belleza y lo buena persona que antes eras por dentro.
Y las dos mariposas se pusieron a volar juntas. Desde ese momento, cada vez que veían a un gusano triste en lo alto de alguna rama, bajaban y se ponían junto a él. Y se volvía a repetir la misma historia.
Había una vez un gusano que iba por el campo. Era de color blanco con puntitos verdes en la espalda. Nadie lo quería porque decían que era muy feo y repugnante. El pobre gusano se arrastraba muy triste por el suelo. Cuando llegaba a una planta, todos los insectos que había en ella se burlaban de él. No encontraba a nadie que le hiciera compañía, o quisiera jugar con él.
La única distracción que tenía era subirse a lo alto de un árbol y ver volar a las mariposas. Daría cualquier cosa por volar como ellas. Se pasaba allí horas y horas observándolas. Pero cuando bajaba al suelo, volvía a encontrarse con las mismas burlas e insultos de siempre. Cansado de todo esto, decidió subirse a lo más alto de un árbol para que nadie pudiera encontrarlo. Nunca más volvería a bajar al suelo.
Un día, una mariposa se puso a descansar en la rama donde estaba él. Éste se acercó hacia ella y comenzaron a hablar. Al final, se hicieron muy amigos. Y desde entonces, pasaban largos ratos hablando y estando juntos. Después de un tiempo, el gusano le hizo esta pregunta:
- ¿Por qué has querido ser mi amiga si nadie me quiere por lo feo y repugnante que soy?
Y la mariposa le respondió:
- Lo que importa para ser amigos, no es cómo eres por fuera, sino lo buena persona que eres por dentro.
El gusano estaba muy contento porque había encontrado un amigo de verdad. Estaba tan feliz que, una noche, mientras estaba durmiendo en lo alto de su árbol, su cuerpo comenzó a transformarse. A la mañana siguiente, se había convertido en una mariposa bellísima, como nunca se había visto. Cuando su amiga mariposa vino a verle, y vio lo que le había ocurrido, se alegró mucho y le dijo:
- Ahora has sacado hacia fuera la belleza y lo buena persona que antes eras por dentro.
Y las dos mariposas se pusieron a volar juntas. Desde ese momento, cada vez que veían a un gusano triste en lo alto de alguna rama, bajaban y se ponían junto a él. Y se volvía a repetir la misma historia.
pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
La jaula de los jilgueros
Había una vez una jaula muy grande que estaba llena de jilgueros. Todas las mañanas, cuando salía el sol, todos comenzaban a cantar. En pocos lugares se escuchaban unos cantos tan bonitos como aquellos. Pero había un jilguero que destacaba por lo bien que lo hacía. Nunca se había oído cantar a un pájaro de esa manera.
Un hombre muy rico oyó hablar de este jilguero y quiso tenerlo en su casa. Fue al dueño y le ofreció una fortuna a cambio del pájaro. Pero el dueño le dijo que había un pequeño problema. Como todos eran tan parecidos, no sabía distinguir cuál de ellos era. Aunque la cosa era de fácil solución; cuando le oyera cantar, se fijaría en él y le haría una marca. Así que, el hombre rico quedó en volver al día siguiente para llevárselo.
El dueño se puso a buscar al que cantaba tan bien. Cuando lo descubrió, lo cogió y le arrancó una pluma de la cola. Así lo podría reconocer con facilidad.
Por la noche, todos los jilgueros que vivían en la gran jaula estaban muy preocupados. Habían caído en la cuenta de que el dueño quería vender al que mejor cantaba. Estaban muy unidos y no querían perder a un buen amigo. Por eso, buscaron la manera de impedir que su amigo fuera vendido. Después de estar un rato pensando, a uno de ellos se le ocurrió una brillante idea. Arrancarse todos la misma pluma de la cola. Así no podrían reconocerle y no lo venderían.
A la mañana siguiente, llegó el hombre rico a por el jilguero. El dueño lo acompañó hasta la jaula diciéndole que ya estaba todo solucionado. Pero cuando empezó a buscarlo, se dio cuenta de que a todos les faltaba la misma pluma de la cola. Al final, no pudo encontrarlo y el jilguero no fue vendido. La unión de sus amigos había conseguido salvarle.
Había una vez una jaula muy grande que estaba llena de jilgueros. Todas las mañanas, cuando salía el sol, todos comenzaban a cantar. En pocos lugares se escuchaban unos cantos tan bonitos como aquellos. Pero había un jilguero que destacaba por lo bien que lo hacía. Nunca se había oído cantar a un pájaro de esa manera.
Un hombre muy rico oyó hablar de este jilguero y quiso tenerlo en su casa. Fue al dueño y le ofreció una fortuna a cambio del pájaro. Pero el dueño le dijo que había un pequeño problema. Como todos eran tan parecidos, no sabía distinguir cuál de ellos era. Aunque la cosa era de fácil solución; cuando le oyera cantar, se fijaría en él y le haría una marca. Así que, el hombre rico quedó en volver al día siguiente para llevárselo.
El dueño se puso a buscar al que cantaba tan bien. Cuando lo descubrió, lo cogió y le arrancó una pluma de la cola. Así lo podría reconocer con facilidad.
Por la noche, todos los jilgueros que vivían en la gran jaula estaban muy preocupados. Habían caído en la cuenta de que el dueño quería vender al que mejor cantaba. Estaban muy unidos y no querían perder a un buen amigo. Por eso, buscaron la manera de impedir que su amigo fuera vendido. Después de estar un rato pensando, a uno de ellos se le ocurrió una brillante idea. Arrancarse todos la misma pluma de la cola. Así no podrían reconocerle y no lo venderían.
A la mañana siguiente, llegó el hombre rico a por el jilguero. El dueño lo acompañó hasta la jaula diciéndole que ya estaba todo solucionado. Pero cuando empezó a buscarlo, se dio cuenta de que a todos les faltaba la misma pluma de la cola. Al final, no pudo encontrarlo y el jilguero no fue vendido. La unión de sus amigos había conseguido salvarle.
pirata alyssa- Mensajes : 659
Fecha de inscripción : 09/09/2015
Re: Cuentos cortos de alma
“El cofre del tesoro”
Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre enterrado. Lo sacó de allí y al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro. El cofre estaba lleno de diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos preciosos que harían las delicias de cualquier rey.
Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello no podía ser para él solo, era demasiado. Él era un simple campesino que vivía feliz trabajando la tierra. Seguramente, había habido alguna equivocación.
Muy decidido, cargó el cofre en una carretilla. Tomó el camino que conducía a la casa donde vivía Dios para devolvérselo. Al rato de ir por allí, encontró a una mujer llorando al borde del camino. Sus hijos no tenían nada para comer y los iban a echar de la casa donde vivían por no poder pagar el alquiler. El campesino se compadeció de aquella mujer y, pensando que a Dios no le importaría, abrió el cofre y le dio un puñado de diamantes y monedas de oro. Lo suficiente para solucionar el problema.
Más adelante vio un carromato parado en el camino. El caballo que tiraba de él había muerto. El dueño estaba desesperado. Se ganaba la vida transportando cosas de un lugar a otro. Ahora ya no podría hacerlo. No tenía dinero para comprar otro caballo. El campesino abrió el cofre y le dio lo necesario para un nuevo caballo.
Al anochecer, llegó a una aldea donde un incendio había arrasado todas las cosas. Los aldeanos dormían en la calle. El campesino pasó la noche con ellos y a la mañana siguiente, les dejó lo suficiente para que reconstruyeran toda la aldea e nuevo.
Y así iba recorriendo el camino aquel campesino. Siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema. Fueron tantos que, cuando ya le faltaba poco para llegar a la casa de Dios, sólo le quedaba un diamante. Era lo único que le había quedado para devolverle a Dios. Aunque poco le duró, porque cayó enfermo de unas fiebres y una familia le recogió para cuidarle. En agradecimiento, les dio el diamante que le quedaba.
Cuando llegó a la casa de Dios, éste salió a recibirle. Y, antes de que el campesino pudiera explicarle todo lo ocurrido, Dios le dijo:
-Menos mal que has venido, amigo. Fui a tu casa para decirte una cosa, pero no te encontré. Mira, en tu campo hay enterrado un tesoro. Por favor, encuéntralo y repártelo entre todos los que lo necesiten.
Un campesino estaba haciendo un pozo en su campo. Cuando llevaba horas cavando con su pala, encontró un cofre enterrado. Lo sacó de allí y al abrirlo vio lo que nunca había visto en su vida: un fabuloso tesoro. El cofre estaba lleno de diamantes, monedas de oro, joyas bellísimas, collares de perlas, esmeraldas, zafiros y un sin fin de objetos preciosos que harían las delicias de cualquier rey.
Pasado el primer momento de sorpresa, el campesino se quedó mirando el cofre. Viendo las riquezas que contenía pensó que era un regalo que Dios le había hecho. Pero aquello no podía ser para él solo, era demasiado. Él era un simple campesino que vivía feliz trabajando la tierra. Seguramente, había habido alguna equivocación.
Muy decidido, cargó el cofre en una carretilla. Tomó el camino que conducía a la casa donde vivía Dios para devolvérselo. Al rato de ir por allí, encontró a una mujer llorando al borde del camino. Sus hijos no tenían nada para comer y los iban a echar de la casa donde vivían por no poder pagar el alquiler. El campesino se compadeció de aquella mujer y, pensando que a Dios no le importaría, abrió el cofre y le dio un puñado de diamantes y monedas de oro. Lo suficiente para solucionar el problema.
Más adelante vio un carromato parado en el camino. El caballo que tiraba de él había muerto. El dueño estaba desesperado. Se ganaba la vida transportando cosas de un lugar a otro. Ahora ya no podría hacerlo. No tenía dinero para comprar otro caballo. El campesino abrió el cofre y le dio lo necesario para un nuevo caballo.
Al anochecer, llegó a una aldea donde un incendio había arrasado todas las cosas. Los aldeanos dormían en la calle. El campesino pasó la noche con ellos y a la mañana siguiente, les dejó lo suficiente para que reconstruyeran toda la aldea e nuevo.
Y así iba recorriendo el camino aquel campesino. Siempre se cruzaba con alguien que tenía algún problema. Fueron tantos que, cuando ya le faltaba poco para llegar a la casa de Dios, sólo le quedaba un diamante. Era lo único que le había quedado para devolverle a Dios. Aunque poco le duró, porque cayó enfermo de unas fiebres y una familia le recogió para cuidarle. En agradecimiento, les dio el diamante que le quedaba.
Cuando llegó a la casa de Dios, éste salió a recibirle. Y, antes de que el campesino pudiera explicarle todo lo ocurrido, Dios le dijo:
-Menos mal que has venido, amigo. Fui a tu casa para decirte una cosa, pero no te encontré. Mira, en tu campo hay enterrado un tesoro. Por favor, encuéntralo y repártelo entre todos los que lo necesiten.
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